Entre los días 28 de septiembre y 16 de noviembre de 1918, Francisco Franco asistió en Madrid a uno de los cursos reglamentarios de perfeccionamiento de tiro. Coincidió con él, el comandante José Millán Astray, próximo a ascender a teniente Coronel. Comentaron, sin duda, el curso de las operaciones en África, en donde Berenguer había puesto en marcha un plan de pacificación del sector occidental, Yebala, dominio del Raisuni. Millán explicó a Franco un proyecto que él acariciaba, de crear unidades de voluntarios, incluso extranjeros, de modo semejante a como hiciera Francia con la Legión. Franco vio sin duda en el proyecto una posibilidad, siempre deseada, de regresar a África, y lo acogió aunque al parecer con poca confianza. Regresó a Oviedo. Los padres de María del Carmen, que había cumplido veinte años, aceptaban la idea de una próxima boda. De acuerdo con la normativa, el Comandante cursó la solicitud: los permisos para el matrimonio tenían que ser firmados por el Rey.
Primeras imágenes después del desembarco de Alhucemas. |
Franco ingresó en el Tercio antes de que existieran voluntarios. Años más tarde definió su paso por la Legión como «afianzamiento de la personalidad». Fueron cinco años de ascensos vertiginosos, de audaces maniobras, de valor e inteligencia que le convirtieron, sin disputa, en el más prestigioso de los africanos. En la mañana del 10 de octubre de 1920, el ferry boat de Algeciras conducía a Ceuta y recíprocamente desconocidos, a los primeros doscientos hombres que respondieron llamamiento, y a su comandante. Él los examinaba con disimulo pensando, que “sólo han nacido para ser soldados”. Había un fuerte contraste. Delgado y frágil, muy y joven, con bigote negro y escaso, tez pálida, breve estatura y voz chillona de la que no abusaba, el comandante. Su edad, 28 años.
Franco les hizo formar y les condujo al campamento de Dar Riffien, en donde surgiría luego el arco con el lema «legionarios a luchar, legionarios a morir». Allí le alcanzó, el 24 de octubre de 1920, la noticia de que Dámaso Berenguer, culminando la segunda etapa de su plan, había entrado en Xauen, donde irá el primer refuerzo de camilleros de la Legión. No se puede perder el tiempo. El 31 de octubre de 1920, el Tercio juró bandera y dos días más tarde tomaba posiciones en la desembocadura del Uad Lau, protegiendo las comunicaciones de Xauen.
Los legionarios fueron sometidos allí a duro entrenamiento. España se disponía a enfrentar a los valerosos y aguerridos rifeños con hombres capaces de sentir el gusto por la pólvora. También llegaron a Uad Lau, Francisco Franco Salgado y Camilo Alonso Vega. A este último se le encomendó la tarea de crear y dirigir una granja. Su misión, como después en la Guerra Civil, es crear un ejército que pueda ser eficazmente empleado. Deseaba que los voluntarios fuesen los mejor alimentados y vestidos y que el Tercio dispusiese de remanentes que permitieran mejoras en las instalaciones y alojamientos. Cada legionario cobraba una prima de 500 pesetas por tres años, o de 700 por cinco, y una dieta de 4,10 pesetas para atención de alimento, vestido y sobras. La granja produjo ya desde el segundo año un beneficio de 60.000 pesetas.
«Son las dos de la mañana (22 de julio de 1921). En el silencio de la noche escucho la voz del teniente coronel que ordena que llamen al comandante Franco. No era preciso; salí de la tienda y me uní a él.»
Abd el Krim. |
Y éstas fueron embarcar en el Ciudad de Cádiz, rumbo a Melilla. Lo sucedido era Annual. Abd el-Krim había barrido a las fuerzas de Fernández Silvestre, muerto en la lucha, dejando insepultos centenares de cadáveres, y todas las defensas en torno a Melilla se hundían como torres de arena.
En la mañana del 10 de agosto de 1921, la antigua comandancia militar del sector oriental se había reducido a una ciudad aterrorizada, que temía la llegada de los rifeños y contaba solo con 1.800 hombres para su defensa. También estaba Franco y sus legionarios. Estos habían llegado el 24 de julio a las dos de la tarde, tras una agotadora travesía de toda la noche. Un ayudante del alto comisario fue el primero en subir a bordo y decir a Millán Astray y a Franco:
“Hace falta levantar la moral del pueblo”: Y entonces Millán, después de una de sus fantásticas arengas, hace que el Tercio desfile cantando La Madelón.
La orden fue de defender Melilla a toda costa. Los legionarios se desplegaron en torno a la ciudad. Franco explicó más tarde cuánto había sufrido al prohibírsele prestar ayuda a la guarnición de Nador. Pero obedeció. Y la dura defensa de Melilla demostró que, en el Tercio, España poseía por vez primera un cuerpo de élite. Luego empezó la recuperación de posiciones.
El 8 de septiembre de 1921 en las faldas del Gurugú, Franco demostró haber aprendido la lección: lanzarse con decisión sobre el enemigo, arrojarle violentamente de su posición, clavar los pies al suelo y repeler el ataque. El avance de las cabilas se había detenido.
Nueve días más tarde, Dámaso Berenguer pasa la orden de emprender la ofensiva, con la Legión en punta de vanguardia. Las pérdidas son elevadas. Mola, Franco, Salgado y Millán Astray caen heridos. Astray tiene que ser ingresado. Por segunda vez, Franco, un hombre de 29 años; manda la Legión. Entra en Nador. En el camino encuentra el cadáver de una mora; vestida de blanco, cuya sangre florece en el pecho. Y no puede contenerse: “¡Pobre niña muerta, víctima de la guerra!”
Ahora vienen los nombres, como marca de fuego en su vida: Tahuima, Sebt, Ulad Dau, el monte Arbós, Atlaten, Segangan, el Gurugú. No hay parte que no mencione Franco, el inaudito hombre a quien las balas parecen respetar.
Los avances siguieron por Jisan, Banu Ifrur, hasta llegar a Dar Drius, el 10 de enero de 1922. Todo el territorio estaba ahora recuperado. Franco ganó la medalla militar individual y el ascenso a Teniente Coronel.
Aprovechando una pausa en los combates, solicitó un permiso para ver, primero a su madre, luego a su novia. Un telegrama de Sanjurjo le impidió llegar a Oviedo. A su paso por Madrid, el diario ABC publicó su fotografía en primera página, donde la aureola alrededor de su persona se hacía realidad. Se le llamaba «AS» de la Legión (22 de febrero de 1922).
Decidió entonces publicar los apuntes de operaciones en forma de libro, que tituló Diario de una bandera. Es un importante texto que nos permite conocer sus opiniones,
Annual provocaba discordias y malestar. Las Cortes aprobaron el encargo al general Picasso de que abriera un expediente para establecer «las responsabilidades».
Millán Astray perdió los estribos: se enfrentó a la Junta de Defensa siendo despojado del mando (13 de noviembre de 1922) y dirigió un manifiesto a la Nación, muy propio de su estilo. Por lealtad a su jefe, Franco solicitó la baja en la Legión y regresó a su regimiento del Príncipe, por ende, El ascenso a Teniente Coronel fue congelado y no llegó a publicarse. El Tercio de Voluntarios pasó a manos del Teniente Coronel Rafael Valenzuela. El Rey nombra a Franco gentilhombre de cámara y se organiza una ceremonia solemne para la imposición de la Medalla Militar (12 de enero de 1923).
El 8 de junio de 1923, el Consejo de Ministros descongeló el expediente y otorgó el ascenso con una antigüedad del 31 de enero de 1922, que corresponde a la edad de 29 años. El 18 de junio de 1923, con las estrellas aún relucientes, Franco llega a Dar Riffien y pasa bajo el arco del Tercio que es ahora una gran unidad militar; cuenta con seis banderas. Y es la mejor fuerza de choque, con mayoría de españoles.
Contrae matrimonio en San Juan de Oviedo, un 22 de octubre de 1923, trasladándose a Ceuta con su mujer y centrando su trabajo en la fundación de la Revista de tropas coloniales, cuyo primer número verá la luz el primero de enero del año siguiente. Sigue la lucha y Franco simultánea sus ofensivas contra los rifeños con la visita que el General Primo de Rivera realiza para conocer, de primera mano, el transcurso de la guerra.
Entrada al acuartelamiento de Dar- Riffien. |
El 30 de agosto se inició la retirada, precisamente en Uad Lau. Franco hubo de intervenir para que uno de sus subordinados no fuese sometido a consejo de guerra por el error cometido al conducir mal a sus hombres: se trataba del teniente Fermín Galán. Comenzó, al mismo tiempo, la deserción de los cabileños. Volvieron a producirse las angustias y dificultades de tres años atrás. Cualquier gesto de pánico podía provocar una nueva catástrofe. No sucedió así porque Primo de Rivera se instaló en Tetuán, confirmando la moral con su presencia, porque los oficiales pudieron mantener la disciplina y sobre lodo, porque se contaba con la Legión.
Esto se comprueba en la operación fundamental, abandono de Xauen y traslado de tropas desde aquí a la costa, por la ruta más lejana. Ahora empezaba la más difícil. Franco hizo un corto viaje a Ceuta a recoger las últimas instrucciones. Dos columnas paralelas custodiarán el repliegue. Detrás quedará la Legión, para cubrirlas. Si algo falla, el desastre es seguro.
En la noche del 15 de noviembre de 1924 todas las fuerzas regulares, los civiles marroquíes comprometidos con el gobierno español, abandonan Xauen.
Durante dos días, Francisco Franco, teniente coronel de 31 años, toma la responsabilidad de mantenerse en Xauen, con las cinco banderas de la Legión, insuficientes si entonces Abd el-Krim hubiera decidido lanzar una ataque en tromba. Son largas las horas en la ciudad santa: el futuro Generalísimo baja hasta el zoco y habla con los moros amigos, que no entienden que se pueda abandonar una ciudad sin combatir por ella. Apenas duerme. Cuenta el dinero, ordena los pertrechos, revista las tropas bajo su mando. Ya no es ningún secreto que los españoles se van. Para engañar al enemigo, emplea una argucia que P. C. Wren incorpora a su novela La Beau Geste: muñecos —no cadáveres— con uniforme de legionario, hacen creer a los marroquíes que las murallas están cubiertas de centinelas.
En la madrugada del 18 de noviembre, la Legión, en silencio, abandona Xauen. Con las luces del alba empieza el hostigamiento de los enemigos, que se prolonga toda la jornada, hasta rendir viaje en Dar Akoba. Al final del día 19, los legionarios toman contacto con la columna de Castro Girona. Ha empezado a llover, y bajo el agua fría, sobre el barro de los caminos, mientras avanza penosamente al frente de sus hombres, un disparo alcanza al general Serrano Orive, que fallece. Es la Legión quien cubre la marcha.
El 21 de noviembre logra fortificarse en Zoco el Arbaa; se ha cubierto la mitad del camino. Aquí las tropas se recomponen y descansan durante dos semanas. Abd el-Krim esperaba que Zoco el Arbaa fuese la trampa mortal, pero nada de esto sucede. El 10 de diciembre se repite la maniobra. Castro Girona emprende la marcha hacia Tetuán mientras Franco y sus legionarios quedan atrás. De nuevo salta a primer plano Fermín Galán, pero esta vez por el valor temerario, lo hace que sea el propio Franco quien le proponga para la Laureada. T finalmente, el 13 de diciembre, el Tercio desfila, cubierto de sudor y de barro, delante de Primo de Rivera. No hubo un segundo Annual.
Xauen significó algo muy profundo en la vida de Franco. África ha hecho de Franco un caudillo militar. Primo de Rivera lo reconoció así al otorgarle segunda Medalla Militar, hacer de su persona un cálido elogio y firmar sobre la marcha el ascenso a Coronel (7 de febrero de 1925) La Legión fue ampliada para que no tuviese que abandonarla.
El 25 de enero de 1925, Abd el Krim se apoderó de Tazarul apresando al Raisuni; el 19 de abril anunciaría su muerte, causada por “esa enfermedad que se llama la flor”. La República del Rif empezaba a consolidarse. Para impedirlo fueron montadas algunas operaciones clave: una de ellas, encomendada a Franco, consistía en el desembarco de fuerzas en Alcazarseguer. Era segundo comandante del Arcila, que llevaba a esas tropas, un joven alférez de navío, natural de Santoña. Se llamaba Luis Carrero Blanco. Ésta es la primera vez que habló con Franco, para ofrecerle el desayuno de migas marineras, que el Coronel rechazó porque, desde la herida de El Biutz, había tomado el hábito de ir al combate en ayunas. La conquista de Alcazarseguer vino a demostrar que la operación Alhucemas era viable.
Parece que Primo de Rivera experimentó grandes dudas; muchos de sus consejeros opinaban que un desembarco en aquellas playas y una guerra decisiva contra Abd el-Krim excedían las posibilidades españolas. Sucedió, sin embargo, que el caudillo rebelde rechazó las ofertas de paz que incluían su reconocimiento como emir del Rif, bajo protección española y autoridad del sultán, y cruzó la frontera para entrar en la zona francesa, amenazando Fez. El presidente francés, Arístides Briand, encargó a Felipe Pétain, el héroe de Verdún, que estableciera un acuerdo con las autoridades españolas para acabar con el rebelde. Los contactos, iniciados el 17 de junio de 1925 concluyeron en la entrevista personal de Primo de Rivera y Pétain, el 28 de julio, con la aceptación del proyecto de Alhucemas. El dictador asumió la responsabilidad de dirigirlo, tomando para sí todos los riesgos.
El coronel Franco, con 12.000 hombres, fue encargado de establecer la cabeza de playa. En las órdenes reservadas que se le entregaron, el 7 de septiembre, se le otorgaba «absoluta iniciativa en la elección de posiciones». Iba a disponer de diez carros de combate para romper la resistencia de un enemigo superior, cuyas fuerzas estaban calculadas en 60.000 hombres. Era un hueso duro de roer: las baterías de Joseph Klemms cubrían con su fuego la playa.
Desembarco de Alhucemas.
En la tarde del mismo día 7 de septiembre, 80 buques españoles y franceses se encontraban frente a Alhucemas. Franco ordenó un tanteo para comprobar la potencia artillera del enemigo. A las seis de la mañana del día 8 se inició el bombardeo, desde los barcos y desde los aviones. Cuando las lanchas de desembarco se dirigían a la costa, hubo de disponerse el cambio de rumbo porque se comprobó que la playa estaba sembrada de minas. Pero entonces, ya cerca del mediodía, vino la noticia de que los puentes de desembarco no permitían el paso de los tanques. Franco dijo a sus legionarios que se lanzaran en descubierta y a toda velocidad, para salvar la zona batida. Así lo hicieron. A primeras horas de la tarde, el Tercio tenía una cabeza de puente y coronaba ya las primeras alturas sobre la costa; allí clavó una bandera con el nombre del teniente coronel Valenzuela.
Años después, removiendo sus recuerdos, Franco repetiría que Alhucemas había sido «el principio del fin». En esta elipsis parecía olvidar los doce días que permaneció en aquel recinto, cuando el mal estado del mar impedía los aprovisionamientos y los rifeños contraatacaban con furia.
Hasta el 20 de septiembre no estuvo asegurada la posición. El 2 de octubre la fortaleza inexpugnable de Abd el-Krim, sucumbió. El 13, el jefe de la Legión regresó a Ceuta.
Alhucemas es un hilo importante en la vida de Franco. Su nombre apareció en las crónicas de prensa y en todos los comentarios de aquellos días. Actos por los cuales le sirvieron el ascenso a General de Brigada. Pétain, considerado entonces como primera autoridad, comentó con algunos de sus colaboradores: «este hombre tiene la espada más limpia de Europa».
Fuente: Franco | Luis Suárez.
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