El asesinato del Teniente Castillo, junto con la del político Calvo Sotelo, forman parte del desencadenante final de la guerra civil española.
Su asesinato, la noche del 12 de julio de 1936, convulsiona España y lleva a sus compañeros de la Guardia de Asalto a pedir venganza.
José del Castillo Sáenz de Tejada nace en Alcalá la Real (Jaén) el 29 de junio de 1901. A los 18 años ingresa en la Academia militar de Toledo y una vez licenciado es destinado a Marruecos. En 1925 consigue ser ascendido a teniente y su nuevo destino se fija en el regimiento de Infantería de Alcalá de Henares. Con la proclamación de la República comienza a participar en la vida política, y sus simpatías se dirigen hacia la corriente socialista.
Cuando tiene lugar la Revolución de Octubre de 1934, el teniente se encuentra al mando de una sección de morteros destinada en Cuatro Caminos, cuya misión es sofocar una manifestación de apoyo a los revolucionarios asturianos. Las órdenes de sus superiores son claras: disolver la concentración. A pesar de ello y de la gravedad de la situación, el teniente no interviene y, tal como detalla el historiador Marino Aguilera Peñalver, Castillo proclama en voz alta: "Yo no tiro sobre el pueblo".
Su desacato es juzgado en consejo de guerra y Castillo es condenado a un año de cárcel. Pero el teniente cada vez se identifica más con la República y quiere jugar un papel más efectivo en su defensa. Por ello, al salir de prisión ingresa inmediatamente en la Guardia de Asalto, y de nuevo es destinado a Madrid.
El 16 de abril de 1936 se ve obligado a intervenir durante el entierro de un guardia civil fallecido dos días antes durante la celebración del 5º aniversario de la República. El entierro se transforma en una manifestación antigubernamental de la derecha y en el altercado el teniente mata a Andrés Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera, y dispara contra un estudiante de Medicina, que queda gravemente herido. Según la reconstrucción de los hechos hecha por lan Gibson, Castillo había perdido los nervios. A partir de ese día el teniente se convierte en uno de los principales objetivos de Falange.
Pese a los esfuerzos de la Guardia de Asalto por apartar al teniente del punto de mira de los falangistas, Castillo sufre dos intentos de asesinato, de los que sale ileso pero que obligan a las milicias socialistas que él entrena a escoltarle permanentemente, sin que tenga conocimiento.
La premonición se cruza en su camino el 12 de julio de 1936. José Castillo recibe una advertencia de boca de una compañera y militante socialista, Leonor Menéndez, durante la celebración de una corrida de toros en la plaza de Las Ventas. Menéndez le pide que tenga cuidado. Castillo, incomodado, replica: "No conseguirán que me esconda".
Esa noche, cuando se dirige hacia el cuartel de Pontejos, donde presta servicio, es abatido por cuatro encapuchados. Su cadáver es trasladado a la Dirección General de Seguridad. En el cuartel se comienzan a concentrar paisanos y guardias. La palabra que más se escucha es "venganza".
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