Con frecuencia el teléfono nos cuenta cómo van poco a poco transformándose los pueblos en todas las regiones y en todas las provincias. Tales resurgimientos son efectos del Régimen, y efectos son también del acierto, la fe y el patriotismo de determinados hombres.
En Cádiz, acaso como en ningún otro sitio, se demuestra cuánto vale la intervención de un hombre de inteligencia clara y certera visión, de patriotismo grande y de amor a su pueblo.
El resurgimiento de Cádiz, que empezó con el primer Ayuntamiento del Directorio, se acentúa y adquiere una velocidad inesperada no bien sé nombró jefe provincial de la Unión Patriótica al ilustre joven abogado, político y poeta don José María Pemán. Este, que en los primeros momentos de su actuación política tuvo que resolver una laboriosísima y difícil crisis municipal, hizo lo que hasta el advenimiento del Régimen era desconocido: formó un Ayuntamiento no político; pero en el cual era un acierto la elección de las personas, y especialmente la del alcalde, don Ramón de Carranza.
Es el señor Carranza hombre activísimo, enérgico, de grandes iniciativas y de grandes prestigios en aquella ciudad. Así se unieron, para el bien de Cádiz, un alcalde ejemplar y un jefe de Unión Patriótica lleno de entusiasmos y arrestos juveniles, de talento y cultura excepcionales. Desde entonces no han cesado el uno y el otro de gestionar beneficios para aquella ciudad. Ambos han recorrido diversas veces todos los Ministerios, expresando y razonando las aspiraciones gaditanas.
Cada vez que ha venido a Madrid el señor Carranza ha venido a pedir para su pueblo. Cada vez que Pemán estuvo en la Corte no cesó de recorrer los Ministerios ni un solo día, ni de interesar al Presidente y a los demás ministros en la resolución de los asuntos de la "tacita de plata". Nosotros, que hemos visto, y que muchas veces acompañamos a Pemán y presenciamos el fervor con que defendía los intereses gaditanos y cómo pedía mejoras para su pueblo, persuadiendo, convenciendo a los ministros, aduciendo razones que justifican ciertas concesiones, al parecer, excepcionales; nosotros, que hemos presenciado su titánica labor y cómo puso al servicio de esta causa todo su valimiento, nos imaginamos cuánto será su gozo al ver la resolución del Gobierno sobre una de las supremas aspiraciones de Cádiz: la de la zona franca.
En dos años se han resuelto en Cádiz multitud de problemas que sería prolijo enumerar. La ciudad resurge. Pero resurge por lo que antes dijimos: porque hay un Régimen que permite a los pueblos engrandecerse, puesto que no los asfixia con la política; porque hay un Régimen que escoge a los mejores; así el jefe del Gobierno escogió a Pemán, y Pemán, a su vez, supo escoger alcalde. Cádiz está en completa enhorabuena. Nosotros se la damos muy complacida, y a su alcalde y a su Ayuntamiento. Pero, ante todo y sobre todo, damos la enhorabuena a Pemán, que es a quien Cádiz debe todo esto, y que, entusiasta, perseverante, poniendo siempre todo su valer, su influencia y su talento al servicio de Cádiz, ha trabajado de un modo eficacísimo por su pueblo natal, aun cuando una modestia acaso algo excesiva haga que permanezcan ignoradas muchas de sus laudables actuaciones; actuaciones por las que Cádiz debe a Pemán gratitud.
El presente suelto, que apareció en La Nación, edición de 27,de mayo de 1929, debe ser atribuido a José Antonio, dado la total coincidencia que es fácil observar entre este trabajo y los párrafos de su discurso pronunciado en Cádiz el 3 de julio de 1930, donde glosé igualmente la meritoria actuación de Pemán en beneficio de los intereses gaditanos.
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