La ofensiva del Jarama representa el tercer gran intento de asalto a Madrid, esta vez desde el sur y puede ser considerada como la primera batalla moderna de la Guerra Civil española, tanto desde el punto de vista conceptual como tecnológico y político. Bien aprovisionados, nacional y republicanos desplegaron una tecnología militar que denotaba un salto cualitativo en el curso de la guerra, demostrando con claridad que la intervención extranjera en el conflicto español era un fenómeno imparable.
La batalla del Jarama puso de manifiesto algo que se venía sospechando desde el inicio del conflicto: La guerra civil iba a ser larga y con desenlace lejos de la capital. Es una gesta por ambos bandos, de los Nacionales le corresponde la planificación y ejecución de una batalla a gran escala y a los frente populistas la defensa férrea de las posiciones del este de Madrid, a fin de evitar la conquista de Arganda del Rey.
La batalla del Jarama entra dentro de la ofensiva por Madrid. Es una operación militar que se desarrolla desde el día 6 de febrero de 1937 hasta el 27 del mismo mes y año. Los Nacionales inician la ofensiva con éxito con la firme intención de incomunicar la ciudad de Madrid, tomando ciudades importantes como Ciempozuelos, cortando la carretera de Madrid con Valencia.
Durante el transcurso de la ofensiva los nacionales se planta al lado de Vaciamadrid, momento en el cual, los republicanos se organizan y consiguen frustrar la ofensiva de los sublevados, impidiendo desde el primer momento la llegada a Alcalá de Henares y el corte de la carretera de Barcelona.
Posteriormente el General Varela procede a pasar el río Jarama con demasiado caudal por aquellas fechas. Los rojos tienen orden de volar el puente antes de caer en manos enemigas, el objetivo no se cumple, ya que se inutilizan los explosivos y se mata a los centinelas.
Los hombres de Asensio pasan el Jarama por la carretera de Morata de Tajuña, recrudeciéndose a posteriori la lucha, fijando y reforzando posiciones y fracasando el intento de tomar Madrid por el Este.
Se considera una de las batallas más sangrientas, donde se ganan y pierden posiciones hasta en tres ocasiones. La superioridad aéreo del bando republicano empieza a ser neutralizado. Se logra mantener la posición pero impide continuar con la ofensiva.
Según cifras aproximadas de J.M. Martínez Bande, S. Larrázabal, Rafael Permuy o A.M. Pérez se estima que durante el desarrollo de la ofensiva contaron con la siguiente distribución de fuerzas:
NACIONALES
Hombres: 40.000, con unas bajas en torno a los 10.500.
Cañones: 144 sin ninguna baja.
Carros de combate: 56 sin ninguna baja.
Aviones: 105 con bajas en torno a 11.
REPUBLICANOS
Hombres: 40.000, con unas bajas en torno a los 8.000.
Cañones: 160 con 3 bajas.
Carros de combate: 120 con 9 bajas.
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