Cartel propagandístico. |
Se entiende como una reacción típicamente antidemocrática, por la decisión de Gil Robles de participar en el Poder, a lo que tenía pleno derecho por ser el primer partido en escaños del Congreso y por controlar, con sus aliados, la mayoría parlamentaria suficiente para respaldar la entrada de los ministros de la derecha católica en el nuevo Gobierno Lerroux que sucede a Ricardo Samper, ministros por otra parte, de impecable ejecutoria republicana.
Es entonces cuando los partidos de izquierda republicana y proletaria, los derechistas republicanos y los nacionalistas, ponen el grito en el cielo y advierten, por vía de puro chantaje político, que esa entrada plenamente legal y democrática de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) en el Gobierno, equivaldría a la ruptura de la República, al hundimiento de la democracia y a una declaración de guerra a la que los verdaderos republicanos tendrían que responder con las armas.
Ante el estallido de la rebelión socialista, el ministro de Guerra, Diego Hidalgo Durán llama al General Franco, que todavía ostentaba su mando de la Comandancia General de Baleares, y le entrega, sin más nombramiento que el de asesor especial del ministro, la jefatura del Estado Mayor Central, desde la cual Franco organiza, los movimientos militares para sofocar la intentona de socialistas, comunistas y anarquistas en Asturias, y también la rebelión de la Generalitad de Cataluña, dirigida por un Gobierno de "Ezquerra Republicana de Catalunya", comandada por el político Lluis Companys.
Ante el estallido de la rebelión socialista, el ministro de Guerra, Diego Hidalgo Durán llama al General Franco, que todavía ostentaba su mando de la Comandancia General de Baleares, y le entrega, sin más nombramiento que el de asesor especial del ministro, la jefatura del Estado Mayor Central, desde la cual Franco organiza, los movimientos militares para sofocar la intentona de socialistas, comunistas y anarquistas en Asturias, y también la rebelión de la Generalitad de Cataluña, dirigida por un Gobierno de "Ezquerra Republicana de Catalunya", comandada por el político Lluis Companys.
En Cataluña el general Domingo Batet Mestres, jefe de aquella División orgánica, es requerido por el presidente de la Generalidad, Lluís Companys i Jover, para ponerse a sus órdenes como “general de Cataluña”, Batet optó por la legalidad republicana y, tras proclamar el estado de guerra en el territorio de su jurisdicción, procedió con fuerzas bajo su mando, a la detención de los líderes del levantamiento. Fue condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando, pasando poco tiempo después a ocupar el cargo de jefe del Cuarto Militar del presidente de la República. Como dato curioso y anecdótico hay que destacar la "proclamación del Estado Catalán dentro de una República Federal Española".
La revolución asturiana fue más intensa y duradera. El Gobierno envió a Asturias al general Eduardo López Ochoa, republicano y masón, que con escasas fuerzas regimentales emprendió una marcha brillantísima desde Lugo a Ribadeo y Oviedo vía Grado y Avilés. Liberada la ciudad por López Ochoa se incorporan a la lucha las tropas de África -legionarios y regulares- enviados por Franco desde Ceuta a bordo de la Escuadra y tres columnas más formadas por orden de Franco, una desde Galicia, otra desde León y otra desde Santander, mientras el coronel Antonio Aranda Mata, cerraba los puertos de montaña en Asturias a la posible expansión revolucionaria. Franco, que conoce a la perfección el terreno asturiano, pone al teniente coronel Juan Yagüe Blanco al frente de la columna africana, expulsando a los revolucionarios de la ciudad de Oviedo y se apresta a penetrar en las cuencas cuando el 18 de octubre de 1934, el líder socialista Belarmino Tomás pacta con el general López Ochoa la rendición de los revolucionarios, que habían cometido desmanes incalificables contra el clero, la población civil, la Guardia Civil e incluso se habían permitido desvalijar las arcas de algunos Bancos.
La revolución de octubre de 1934 fue una de las páginas más negras en la historia de España. Y un duro golpe para los socialistas españoles, reconocido por el propio Indalecio Prieto, que avergonzado por ello abandonó la bandera de Octubre a los comunistas. Dolores Ibárruri “La Pasionaria” se convirtió con este motivo en la estrella de Octubre y el PCE empezó a contar por vez primera en la política española.
Indalecio Prieto Tura, en su libro Discursos en América. Con el pensamiento puesto en España, Editorial Tollocan, México, D.F., 1944, dice: “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en el movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado; no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento; pero la tengo plena en su preparación y desarrollo.”
Años más tarde, el ingeniero, político, diplomático y escritor, Salvador de Madariaga Rojo, que al estallar la guerra civil salió de España para reintegrarse a su cátedra de Literatura española en la Universidad de Oxford, escribió el libro titulado General, márchese usted, en el que hizo gala del contumaz antifranquismo que profesó desde los tiempos de la contienda de 1936-1939, sin embargo condenó la revolución de octubre, de esa forma: “Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936”.
Fuente: Generalísimo Franco.
La revolución asturiana fue más intensa y duradera. El Gobierno envió a Asturias al general Eduardo López Ochoa, republicano y masón, que con escasas fuerzas regimentales emprendió una marcha brillantísima desde Lugo a Ribadeo y Oviedo vía Grado y Avilés. Liberada la ciudad por López Ochoa se incorporan a la lucha las tropas de África -legionarios y regulares- enviados por Franco desde Ceuta a bordo de la Escuadra y tres columnas más formadas por orden de Franco, una desde Galicia, otra desde León y otra desde Santander, mientras el coronel Antonio Aranda Mata, cerraba los puertos de montaña en Asturias a la posible expansión revolucionaria. Franco, que conoce a la perfección el terreno asturiano, pone al teniente coronel Juan Yagüe Blanco al frente de la columna africana, expulsando a los revolucionarios de la ciudad de Oviedo y se apresta a penetrar en las cuencas cuando el 18 de octubre de 1934, el líder socialista Belarmino Tomás pacta con el general López Ochoa la rendición de los revolucionarios, que habían cometido desmanes incalificables contra el clero, la población civil, la Guardia Civil e incluso se habían permitido desvalijar las arcas de algunos Bancos.
La revolución de octubre de 1934 fue una de las páginas más negras en la historia de España. Y un duro golpe para los socialistas españoles, reconocido por el propio Indalecio Prieto, que avergonzado por ello abandonó la bandera de Octubre a los comunistas. Dolores Ibárruri “La Pasionaria” se convirtió con este motivo en la estrella de Octubre y el PCE empezó a contar por vez primera en la política española.
Indalecio Prieto Tura, en su libro Discursos en América. Con el pensamiento puesto en España, Editorial Tollocan, México, D.F., 1944, dice: “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en el movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado; no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento; pero la tengo plena en su preparación y desarrollo.”
Años más tarde, el ingeniero, político, diplomático y escritor, Salvador de Madariaga Rojo, que al estallar la guerra civil salió de España para reintegrarse a su cátedra de Literatura española en la Universidad de Oxford, escribió el libro titulado General, márchese usted, en el que hizo gala del contumaz antifranquismo que profesó desde los tiempos de la contienda de 1936-1939, sin embargo condenó la revolución de octubre, de esa forma: “Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936”.
Fuente: Generalísimo Franco.
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