Francisco Moreno y de Herrera (XIII Marqués de la Eliseda -por matrimonio- y después Conde de los Andes). Desengañado del experimento fascista antes alabado, ahora argumentaba sobre la necesidad de un régimen de equilibrio entre libertad y autoridad donde un Estado limitado asegurara las libertades sociales y personales, sancionadas por el Derecho público cristiano (J. Balmes). El fracaso internacional del totalitarismo derechista, que no del izquierdista, obligaba para el Marqués a la restauración de la Monarquía como marco formal de defensa de dichas libertades, ya que sin ella “no hay libertades, cayendo el Estado irremisiblemente en el despotismo sin ilustrar o en el oligarquismo irresponsable” . Por ello se sumaba a la defensa de que sólo un poder enraizado históricamente, una autoridad de origen tradicional, podría reedificar un orden social cristiano.
Este modelo se oponía frontalmente a la democracia de soberanía única, la “superdemocracia nazi” y el republicanismo fascista, y se acercaba a la experiencia portuguesa de “Estado cristiano autoritario”. En ella, “una monarquía rodeada de una aristocracia histórica asegura la continuidad de la conciencia nacional e impulsa al cumplimiento de la misión histórica: la garantía y defensa de las libertades sociales y familiares para el desarrollo nacional; ésta se alcanzaría mediante órganos representativos, limitaciones al absolutismo estatal, la descentralización funcional, la comunicación entre gobierno y gobernantes, la vigorización de la vida municipal (democracia local).
En este esquema, la representación nacional se daría a través de los cuerpos intermedios, integrados en una cámara representativa integrada por designación de los municipios, diputaciones, de las universidades, y agrupaciones económicas y sociales más importantes de la vida nacional.
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