Tras superar el tiempo mínimo que le obligaba el régimen militar a estar soltero, contrae matrimonio con la pamplonesa Lucía Carmona, con quien tendrá siete hijos. Tras dedicarse unos años al empleo privado, como profesor de matemáticas, reingresa en la Guardia Civil en 1933, ya con el rango de Comandante.
El General Emilio Mola es trasladado como castigo a Pamplona, donde ya existía un fervor insurrecional, con milicias carlistas armadas por las calles. Rodríguez-Medel será traslado a Pamplona en el mes de junio, donde se hace cargo de la Comandancia de Pamplona. Pronto comienzan entre el Comandante y el General los primeros encontronazos. El Comandante extremeño no se presenta ante la Autoridad militar, tomándolo el General Mola como una falta de respeto personal. Posteriormente, el General Mola le indicará que debe dejar el sable fuera de su despacho, negándose el Comandante, por estar en representación de la Guardia Civil de Pamplona.
Tropezón colocado en el lugar donde el Comandante fue asesinado. |
El General Emilio Mola comenzó los preparativos para la sublevación militar que debería establecer una república autoritaria de derechas.
“En este trance de la guerra yo ya he decidido la guerra sin cuartel. A los militares que no se han sumado al Movimiento, echarlos y quitarles la paga. A los que han hecho armas contra nosotros, contra el ejército fusilarlos. Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo”.
“Supongo que todos estaréis dispuestos a seguirme. No tengo por qué decir a dónde ni con qué objeto, porque los militares tienen la obligación de seguir a sus jefes sin más. Lo único que puedo decir es que es preciso hacer un esfuerzo supremo, del que necesita el Gobierno es estos instantes”.
—Mola: Quiero hablarle, no en plan [de] general, sino de compañero. He decidido sublevarme para salvar a España, contra un Gobierno que nos lleva a la ruina y al deshonor y le llamo para decírselo y para saber si Vd. está dispuesto a sumarse al movimiento que ha de estallar dentro de unas horas.—Rodríguez-Medel: Yo no puedo secundar ese movimiento.—Mola: Le advierto a Vd. que cuento con toda la guarnición y con toda la provincia.—Rodríguez-Medel: Yo cuento con mi fuerza.—Mola: ¿Cree Usted?—Rodríguez-Medel: Sí señor.—Mola: Lamento su decisión. Mire que va a ser muy duro tener que enfrentar mis tropas con la Guardia Civil.—Rodríguez-Medel: La Guardia Civil seguirá al lado del Gobierno. Ahora y siempre defenderé al Gobierno de la República como poder constitucional. Esa es mi postura.—Mola: Entonces ¿no le importa nada la salvación de España?... ¿Qué haría si se implantase, dentro de unos días, el comunismo en nuestra patria?—Rodríguez-Medel: Cumpliría con mi deber.—Mola: ¿Y cuál es su deber?—Rodríguez-Medel: Obedecer las órdenes del poder constituido.—Mola: Sí, pues aténgase a las consecuencias.—Rodríguez-Medel: Supongo que no será una amenaza o una encerrona, mi general.—Mola: Usted no me conoce. Para eso no le hubiera llamado. Puede irse bien tranquilo porque, por lo que a mí atañe, no tiene nada que temer, ni en su vida ni en su libertad. Adiós.—Rodríguez-Medel: A sus órdenes, mi general.
Tras la reunión, afirmó el General Mola: "Tenemos que liquidar a este hijo de puta".