domingo, 18 de septiembre de 2011

Batalla de Belchite.

Se inició el 24 de agosto de 1937 a iniciativa del ejército frentepopulista, que, como en Brunete, perseguía el propósito de distraer las fuerzas enemigas operantes en el frente del Norte, que amenazaba seriamente Santander. El objetivo de esta ofensiva era el ataque y subsiguiente ocupación de Zaragoza, que desde el comienzo de la contienda estaba en poder de los nacionales. El mando supremo de la operación se encomendó al general Pozas, jefe del Ejército del Este, y el de la acción principal al V Cuerpo de Ejército cuyo jefe era Juan Modesto Guilloto, al que prestaron apoyo algunas unidades del XII.


En los primeros momentos, la ofensiva hizo concebir al mando rojo grandes esperanzas respecto al resultado de la operación, pero pronto se vio frenada por la fuerte resistencia que opusieron los nacionales. Al día siguiente las tropas gubernamentales ocupaban Mediana y Fuentes de Ebro, situándose a unos 25 km. de Zaragoza. La operación no constituyó ningún éxito para los republicanos, pues Franco, con la experiencia de Brunete, no distrajo fuerzas del Norte, que es lo que les interesaba a los rojos, sino que las llevó de Madrid, al mando de Barrón y de Sáenz de Buruaga. 

La República contaba con 80.000 hombres, cien tanques y unos 200 aviones. Las localidades de Quinto y Codo, situadas al norte de Belchite, fueron las primeras en caer. Pero la tenacidad de las guarniciones nacionales, pese a contar con escasa cobertura aérea, sorprendió a los atacantes, que disponían de las mejores tropas del Ejército Rojo y también de muchos destacados militares extranjeros y rusos. 

Cuando lograron entrar en Codo, que había sido defendida por unos 300 requetés contra 2.000 soldados frentepopulistas, se encontraron con el siguiente lema grabado en las paredes del pueblo: “Cada rojo que matéis, un año menos de purgatorio”.

Belchite, cuya población en 1935 era de 3.812 habitantes, sufrió un implacable cerco a cargo de una Brigada de la División de “Walter” y dos de la 35, quedando al frente de todas el jefe de la 25, García Vivancos. El primer ataque tuvo lugar el 29 de agosto de 1937, perdiendo los defensores la ermita de El Pueyo. Al día siguiente los asaltantes ocupan el vértice Voladico y el cementerio. Hacía un calor aplastante y a los sitiados se les cortó el suministro de agua, a la vez que les faltaban víveres, municiones y material sanitario. En las últimas horas del 1 de septiembre los invasores penetran en el casco urbano y  al día siguiente se extienden por entre las ruinas, luchándose dramáticamente en la calle Mayor. No hay tiempo de enterrar los cadáveres, con lo que el olor es insoportable. Se combate casa por casa y las piezas de artillería disparan “a cero”.

Ruinas del pueblo de Belchite (Zaragoza)
El día 4, ya perdido prácticamente Belchite, los nacionales se refugian en la iglesia, donde instalan cuatro ametralladoras. Los hombres de “Walter” provocan incendios e inician trabajos para volar los edificios que aún resisten. El alcalde Andrés Treyuelo, antes de morir entre las ruinas, envió el siguiente mensaje:

“Los españoles de aquí no tenemos prisa. Si antes que lleguéis llega la muerte, ¡bienvenida sea! Pero de ninguna forma queremos que por salvarnos se arriesgue nuestro Ejército o se varíen los planes del mando. Resistiremos hasta morir”. 

A las ocho y cuarto de la noche del 5 al 6 se trata de romper el cerco por primera vez; a la cuarta intentona -once de la noche-, un reducido grupo de oficiales, soldados y paisanos consigue cruzar las líneas entre luchas indescriptibles. Desde el cuartel del V Cuerpo de Ejército, del general Miguel Ponte y Manso de Zúñiga, se supo puntualmente la gesta de Belchite. A su lado, Codo, Quinto, Mediana, Fuentes de Ebro y otros puntos, permitieron que Zaragoza se salvase.

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