miércoles, 1 de junio de 2011

El Desarrollismo.

Desde 1960 a 1975 la Renta Nacional creció ininterrumpidamente, llegando a multiplicarse por tres, aumentando con ello el Producto Interior Bruto (PIB) y la renta per cápita. Si realizamos una comparación con otros países de la tasa de crecimiento por habitante entre 1950 y 1973, podemos ver que la de España fue del 5,9%, mientras que en otros países europeos fue inferior (Gran Bretaña (2,5%), Francia (4,1%), República Federal de Alemania (5%), Italia (4,8%) y Portugal (5,5%)).

SEAT 600, primer utilitario español al que tuvieron acceso gran parte de los españoles. 
Estos datos ponen de manifiesto, que las medidas establecidas por el Plan de Estabilización al poco tiempo de su puesta en marcha permitieron un crecimiento intenso y prolongado de la economía española. Se pone de manifiesto la caída del porcentaje de la producción agraria, y el crecimiento espectacular de la industria hasta 1973. El sector servicios sufrió un descenso de participación hasta 1974 a causa del tirón industrial, pero si lo analizamos en términos nominales la participación de los servicios creció de forma continuada, lo que nos permitió situarnos en el umbral de una economía terciaria.

Por último, la construcción, si bien fue un sector dinámico, experimentó una bajada de su peso relativo debido al aumento de los otros sectores. 

La actividad rural sufrió un cambio muy intenso. La agricultura tradicional entró definitivamente en crisis como consecuencia de la aceleración del proceso migratorio desde el campo a las zonas industriales de España y Europa occidental. Este proceso provocó la elevación de los salarios agrícolas, obligando a los propietarios a la sustitución del trabajador por maquinaria.

La industria obtuvo resultados verdaderamente brillantes entre 1960-74.  Con anterioridad vemos una industria totalmente dependiente del exterior, tanto en lo que se refiere a las inversiones como en el suministro de materias primas, equipos y tecnología. A partir de 1959 esto último, si bien no desaparece totalmente, deja de jugar un papel fundamental, convirtiéndose la industria en el motor del crecimiento económico. 

La demanda de consumo permitió el acceso a nuevos bienes a sectores de la población que hasta el momento no habían podido acceder a los mismos. En cuanto a la producción, y como resultado de los cambios habidos en la demanda de consumo, se emplearon nuevas técnicas que implicaban fuertes alzas en la productividad industrial y una creciente importancia de las industrias nuevas en detrimento de las tradicionales. El crecimiento de la industria se basó primordialmente en aumentos de productividad y en menor medida de ocupación de mano de obra. 

El sector servicios también sufrió una importante transformación a la vez que tuvo un intenso crecimiento. Predominó el carácter meramente extensivo, a pesar de las transformaciones técnicas habidas, por lo que siguió siendo importante el peso de los sectores tradicionales, especialmente los que conllevaban un uso intensivo de trabajo (comercio, instituciones financieras, administración pública...).
En cuanto a la actividad comercial, evolucionó moderadamente y su expansión en volumen fue inferior a la media del sector servicio.

En el transporte y las comunicaciones, desde finales de los años cincuenta se produjeron profundos cambios. En un informe realizado por la ONU (1953) en el que se hacía referencia a la economía española se señalaba que el transporte, junto a la energía, constituían las principales causas del estrangulamiento de nuestra economía. En los años sesenta se procedió a la electrificación de las vías férreas y a la adquisición de locomotoras eléctricas; y a la creación y desarrollo de la industria del automóvil. En este último caso se asistió a una importante expansión de la industria nacional del automóvil (SEAT, Pegaso, FASA y Barreiros) que, con cierta dependencia de la tecnología exterior, permitió desbloquear la situación de estrangulamiento y contribuir de forma decisiva al desarrollo industrial del país. 

En esos años se dio una asociación entre el aumento del nivel de vida, el proceso de urbanización y el acceso de amplios sectores de la población a la propiedad del automóvil. Este tipo de crecimiento supuso primar el transporte privado frente al público y la carretera frente al ferrocarril.

Especial interés tiene el caso del sector turístico que experimentó un auge espectacular. En 1960 el número de turistas era de 6.113.000; en 1975 se alcanzó la cifra de 30.123.000. Los ingresos por divisas pasaron de ser en 1960 de 297 millones de dólares a 3.188 millones de dólares en 1975. Ello implicó un incremento de la industria hotelera y de la construcción, así como de actividades dedicadas al esparcimiento.

El desarrollismo se debe en gran parte a los planes de desarrollo puestos en marcha por los gobiernos franquistas que permitieron a la España de posguerra poder compararse por primera vez con las naciones europeas de la época, recibiendo muchas menos ayuda internacionales que su homólogos europeos. Hubo tres planes que anunciamos a continuación:

El I Plan de Desarrollo (1964-67) partió del establecimiento de una doble hipótesis de crecimiento: para la población activa se previó un ritmo del 1% anual, y de un 5% para la productividad, lo que debería de conducir a un ritmo de expansión del PNB del 6% anual. 

El II Plan (1968-71) previó un crecimiento menor del PNB (5, 5%), debido a los efectos de la devaluación de la peseta en noviembre de 1967. 

Y, por último, el III Plan (1972-75) fijó un objetivo del 7% que no pudo ser alcanzado. Los tres planes constaban de dos partes: una de carácter indicativo, y otra de carácter vinculante, concretada en el programa de inversiones públicas y en los programas de desarrollo de las industrias concertadas por el Estado.

El fin de la prosperidad económica y el inicio de la crisis económica mundial desde 1973, produjo una elevación del precio de los productos alimenticios y de las materias primas industriales (no alimenticias), a lo que siguió la cuadruplicación de los precios del petróleo. La crisis y la fuerte dependencia exterior de la economía española se presentó con toda crudeza en un momento en el que el propio Régimen se encontraba en situación agónica tras el asesinato del Presidente del Gobierno Don Luis Carrero Blanco. [...]

Fuente: ArteHistoria.

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