domingo, 22 de agosto de 2010

Introducción.

Muchos biógrafos e historiadores han tildado a Franco de hombre parco en palabras. Sobre este juicio habría que hacer algunas disquisiciones en torno a tal aseveración. Nunca se sabrá si buscándolo o sin buscarlo, Franco sorprendía siempre a su interlocutor. 

Hombre de largas pausas, sabía escuchar. Hombre de prolongadas meditaciones y a la vez de súbitas acciones fulgurantes. Pero en este trabajo no nos proponemos dilucidar si fue real o no esta sobriedad de lenguaje de Franco. Lo que sí podemos dejar constancia es que el Caudillo habló mucho cuando creyó preciso hacerlo, sobre todo en los primeros años de la posguerra, siendo más remiso en sus últimos años. Igual fue debido porque ya había contado todo lo que deseaba contar. Durante su prolongado mandato, Francisco Franco concedió incontables entrevistas a la Prensa de todo el mundo, calculándose en unas ochenta las charlas que concedió a periodistas, desde el final de la Cruzada de Liberación hasta el final de sus días. 

Entre todas ellas, es una opinión muy extendida entre estudiosos de Franco, que posiblemente sea su mejor entrevista la realizada por Serge Groussard y publicada por el prestigioso diario conservador francés Le Figaro correspondiente al jueves 12 de junio de 1958, en sus páginas 4 y 5, dentro de una serie en la que aparecían “Aquellos que dirigen el mundo” 

El Caudillo dedicó gran parte de sus respuestas a relatar las entrevistas que mantuvo con Adolfo Hitler y Benito Mussolini.

En una de las conversaciones de Franco con su primo hermano Francisco Franco Salgado-Araujo, le confesó acerca de esta entrevista: “Al principio, sabes, me resistí a concedérsela por tratarse de un periódico que siempre ha tratado mal al régimen español; pero nuestro embajador me pidió que accediera, pues el periódico se comprometía a publicar literalmente lo que yo contestase en un lugar destacado. He de reconocer que cumplió su palabra y se portó con toda corrección. Al principio me envió un cuestionario políticamente tendencioso que no me agradó; le manifesté que tenía que variarlo. De pronto se presentó el periodista, haciéndome nuevas preguntas que fueron contestadas en la forma que el periódico publicó.”

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